Esos áridos lagos de huesos
en que ancla siempre el polvo.
Esos recintos vaporosos
de las almas que se expurgan.
Ese olor a sueños de humedad
en la galería sepulcral de los abismos.
Ese volumen inverosímil
de la caducidad de la victoria.
Ese constante ordenar
y deshacer una reliquia.
Esa perenne falange moribunda
depredando mi descanso eterno.
Ese sentido de infracción profunda
en la médula existencial.
Ese oído del verdugo
portador de la risa de ángeles y demonios.
Y ese gozo por lo mortal,
realmente, no palpan
los encantos de mi infierno.
Como siempre, fantástico hermano.
Saludos.